Mujer flotante

Vlady, el anarquista renacentista.

Vlady, el anarquista renacentista:

La feroz creatividad de una inteligencia indignada.

Texto: Víctor Hugo García Flores
Fotografías: Pilar Román Villegas

Un ruso evadido llega a México.

Vladimir Kibalchich Russakov, genial pintor mejor conocido como Vlady, nació en Rusia en 1920 en la ciudad de Petrogrado. Hijo de una prominente familia de comprometidos anarquistas. Su padre fue Víctor Serge, un agudo filósofo anarquista que instruyó a su hijo en el pensamiento de izquierda, el cual sería capital en la vida de nuestro protagonista. La familia de Vlady fue perseguida por su militancia anarquista, ni siquiera en la Rusia revolucionaria fue tolerada la prosapia de esta estirpe.

Muy pronto Vlady viviría una de las circunstancias más trascendentales en su vida: ser un apátrida, un refugiado, que pasó años huyendo de la feroz persecución estalinista, que como a tantos librepensadores, acosó con crueldad. Finalmente en 1947 llegaría casi por azar a México, que por esos años, era uno de los pocos sitios donde un perseguido como él podía tener cobijo.

Esta amarga huida le llevó a transitar por varios países, en los cuales convivió con muchas de las mentes más prominentes del siglo XX, personas como Walter Benjamín o el círculo de surrealistas.

Pero la persecución tuvo amargas consecuencias, su madre la padeció gravemente al punto que terminar cayendo en la locura de la cual jamás saldría. Cuando Vlady y su padre lograron huir de la Francia pro nazi, tuvo que dejar a su madre atrás recluida en un psiquiátrico, en el cual pasaría cuarenta años recluida. Tampoco en México se librarían del largo brazo de Stalin, quien despreciaba a Víctor Serge el cual, según las propias declaraciones de Vlady, fue envenenado por sus agentes secretos.

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La perennidad de la creación artística.

La inteligencia y la amplia cultura de Vlady solo se equiparaban a su convicción revolucionaria y a su increíble, proverbial capacidad artística. En su obra y en su pensamiento tuvo cabida casi todo, como anarquista despreciaba las fronteras. Fue un avezado estudioso de las disciplinas más disímbolas, lo mismo del psicoanálisis, la pintura renacentista italiana, la cristalografía, el marxismo, la historia y el erotismo.

 Gozosamente lo que más ha trascendido de Vlady es su obra artística, la cual es furiosa, colosal, ciclópea, poseedora de unas cualidades estéticas incendiarias, de una fuerza y un vigor propios de un revolucionario. Es la expresión patente del genio incandescente que nunca conoce el sosiego y desprecia la inactividad y el conformismo.

En ella observamos expresados en colores impresionantes, la amplitud de miras de este genial pintor, que detestaba la estupidez de la era moderna y no titubeaba en criticarla con mordaz inteligencia. Contemplar la obra de Vlady es formar parte de una trascendente experiencia estética, que no deja de conmover lo más íntimo y profundo de nuestra mente y espíritu.

El vientre de la ballena, la Biblioteca Lerdo de Tejada.

Nunca deja de ser aventurado considerar a una obra en particular como la obra maestra de un artista. Sin embargo cuando entramos a la Biblioteca Sebastián Lerdo de Tejada de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), que ocupa una antigua iglesia virreinal ubicada en la avenida República del Salvador del Centro Histórico, y contemplamos los murales que Vlady realizó en ella, es difícil no ceder a la tentación de estimar a estos como la magna obra del pintor.

Vlady recibió la encomienda de pintar la decoración mural de este suntuoso edificio, que es en sí mismo una joya del barroco novohispano, con una soberbia fachada churrigueresca. Nuestro artista acometió la empresa con un vigor furibundo, y durante casi diez años pintó cientos de metros cuadrados con una maestría irrepetible. Las revoluciones fue el tema que el pintor eligió, muy acorde con sus más profundas inclinaciones: revoluciones científicas, filosóficas, musicales y por supuesto no podría ser diferente en Vlady, revoluciones políticas. 

Pero en estos magníficos murales, no todo es una celebración simplona de la revolución, hay una crítica ácida y valiente. Vlady se atrevió inclusive a criticar sus propias convicciones, y a personajes que él conoció y admiró, tal es el caso de Fidel Castro a quien retrató montando un esqueleto de dinosaurio. 

Entrar a este excepcional recinto es sumergirnos en un incendio extático, en una vorágine de color e historia arrebatadores. Es formar parte de un fenómeno trascendental que a través de nuestros ojos nos inunda hasta lo más oculto de nuestro ser que incendia partes de nuestro pensamiento y sensibilidad aún desconocidas para nosotros y nos impregna de una vitalidad exquisita. Mirar aquella multitud de imágenes y colores, nos obsequia la más sabrosa ciencia de la pintura generosa, pródiga para nosotros.

Vlady, el genio, el filósofo, el loco, nos regala todo y cuanto la vida tiene en estos espectaculares murales, nos confronta con el contraste entre vida y muerte, entre creación y destrucción. Con el ímpetu, la bravura y la fogosidad de los artistas rusos. Sus murales son como una sinfonía que nos exalta y nos libera del estupor de la mediocridad, para transportarnos a un estado donde se experimenta en carne propia y sin ambages cuanto existe en la realidad. Es como estar en medio de una batalla oliendo la sangre y la pólvora.

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La insondable locura del genio.

Vlady dijo que durante los años que pintó los murales, se acercó peligrosamente a la locura. Al final de sus días, este fantasma le alcanzó y se sumergió en las nebulosas de la demencia. Como Rembrandt hizo con su cuadro  La Conjuración de Claudio Civilus, la cual acuchilló, nuestro pintor ya anciano, un día tomó un cuchillo y agredió su pintura titulada La Escuela de los Verdugos, una reflexión en torno a la Guerra Civil Española. Nada le importó que hubiera pasado casi cincuenta años pintándola, esta quedó inconclusa.

Al final y al igual que su madre, Vlady murió sumido en la locura y a la misma edad que su progenitora. Dejó este mundo para siempre a los ochenta y cinco años de edad. Tras de sí queda la magnífica estela de su obra artística, lista para que nosotros nos apropiemos de ella.

Biblioteca Lerdo de Tejada

Visite pues, la Biblioteca Sebastián Lerdo de Tejada y sumérjase de lleno en ese incendio pictórico ubicado en República del Salvador 49, Centro Histórico de la Ciudad de México.

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