El mal se entroniza

Cuando acecha la maldad; otro orgulloso reclamo de sitio de esta obra del cineasta argentino en ser la primera película latinoamericana en ganar el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña de Sitges, en su 56.a edición.

El mal se entroniza

Texto: Champagne Supernova
Imágenes: Para uso divulgativo

«Con todo el cariño para Chío Zeferino, cinéfila de miradas y sonrisas infinitas»

Expresa Thomas Ligotti que el asunto principal del horror sobrenatural ocurre cuando “algo terrible en su ser hace aparición y reclama su lugar como copartícipe en nuestra realidad, o lo que creemos que es nuestra realidad y sólo nuestra.” Esta parece ser la premisa en las últimas creaciones de Demián Rugna y que se consolida plenamente, así como su propuesta fílmica, en Cuando acecha la maldad. Otro orgulloso reclamo de sitio de esta obra del cineasta argentino es ser la primera película latinoamericana en ganar el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña de Sitges, en su 56.a edición.

Cuando acecha la maldad presenta rápido sus cartas: el Mal demanda su lugar en la tierra, Dios ha muerto, las religiones han fracasado. Para hacerse presente, el horror requiere de testigos. El primer plano secuencia de magistral ejecución lo asienta cuando Pedro y Jaime, dos hermanos, escuchan que algo ocurre en la oscuridad de la noche; personajes que no serán los héroes de la trama sino el vehículo para que el público espectador conozca los hechos. La posterior escena comienza con una toma en picada contundente: todo será revelado con claridad, el horror está por nacer y por expandirse para transformar la naturaleza del mundo inexorablemente.

La eficacia narrativa de Rugna radica en tres elementos principalmente: se aleja de los clichés y tópicos comunes del cine de terror comercial, como los jumpscares, los screamers, los lugares oscuros o el suspenso prolongado; excluye de la trama los conceptos y momentos de alegría, tranquilidad y esperanza, de hecho los subvierte; y, a partir de esto último, elabora con lo cotidiano postales inquietantes y de brutalidad explícita -sin ser cine de explotación-: hace de la cena de un matrimonio embarazado un cónclave de angustia y desesperación, crea un detonador del horror con el reencuentro de dos niños (uno de ellos autista) con su padre, transforma la sanación de un enfermo en algo escalofriante e insiste (como algunos clásicos) en que la niñez es una sanguinaria cómplice de la maldad.

Los recursos fílmicos apuntalan plenamente la trama. Planos medios y abiertos hacen explícita la presencia del horror; la opresión se elabora con la suma de lo evidente. Los cambios de punto de vista en espacios cerrados (en una habitación, dentro de autos y en los interiores de casas y una escuela), los acercamientos y alejamientos de la lente, así como los momentos acompañados con cámara en
mano, aclimatan la inquietud por el advenimiento del Mal.

Identifiquemos ahora algunos puntos débiles. La banda sonora, aunque discreta, poco aporta a la propuesta narrativa de Rugna. Su ausencia, posiblemente, hubiera dado mayor acritud a los ambientes. El tema final, homónimo del filme, interpretado por la banda metalera del cineasta con él en la guitarra, tropieza con la obviedad que tanto evade la trama. Otro escollo radica en ciertas explicaciones de los acontecimientos, la mayoría hechas por Mirtha, una “limpiadora” de demonios; la ausencia de estás descripciones colocan a Aterrados (la obra anterior de Rugna) un escalón arriba. Por último, desde un filtro de género, tres personajes femeninos (una mujer embarazada, una madre divorciada de su marido violento y una abuela) remarcan el nocivo papel de reproducción y protección asignado a las mujeres.

Esto se entiende únicamente en el contexto rural y moral de la trama para favorecer el asunto central del horror. Para finalizar, y forzando muy poco la interpretación pues la película tiene un evidente acento político, elementos de Cuando acecha la maldad corresponden críticamente con la situación actual argentina: los aparatos de justicia son inoperantes, la inequidad reina y el consenso tácito de un sector de la población acomodaticio y conservador allana el camino para que un horror innombrable (criminal y fascista) transforme sus vidas y las de sus despreciados semejantes; los más desprotegidos están condenados a sucumbir primero.


Enhorabuena, el cine latinoamericano está engendrando sus nuevos clásicos de terror.

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