Daniel Valencia

Daniel Valencia

Continuidad de la Noche por Daniel Valencia

Continuidad de la Noche

Texto: Daniel Valencia
Imagen: Zulema y Al-Bad Danza oriental



Los ídolos cayeron y se hicieron polvo, nunca se habían parecido tanto al hombre; su señor y creador, hecho también de polvo.

Silencio.

Que enmudezcan las voces, rómpanse cuerdas de liras y guitarras, maldito aquel que escriba un verso o que incluso lo piense; la noche amenaza con volverse eterna, se perderán todas las luces que en la inmensidad alguna vez se han visto. El mar ruge furioso imitando la negrura del cielo ¿Qué cosa era la arena? ¿Qué recuerdos quedan de los árboles? Ninguno hay que pueda dibujar una línea en el éter. Ninguno hay que vea más allá de sus parpados.

Silencio.

 Se percibe un movimiento, una mujer danza y en la dulzura de sus movimientos hay una plegaria por el mundo, sus manos atrapan y arrojan algo que no se sabe que es, pero existe. Sus músculos se tensan, la frente está empapada de sudor que al caer se confunde con lágrimas. Sus dulces muslos se posan sobre lo que alguna vez fue tierra, cae con gracia, exhausta pero satisfecha, sabe que su danza ha dado frutos, escucha como el mar se parte.

Emerge otra mujer, en su rostro han pasado cientos, miles de años, la vida de una estrella es apenas un parpadeo para ella. Silencio. La mujer canta; canción de cuna y réquiem a la vez. Sonríe al cantar con los ojos cerrados. Tiemblan cruces, dogmas y terrores pero ella sigue sonriendo. Hay una esperanza, brilla. Sus cabellos que eran de plata comienzan a teñirse de negro, el mar y el cielo fundidos en su beso eterno resplandecen de nuevo. El azul inunda el mundo nuevamente.

Un relámpago sin trueno rompe el mar en dos. La sacerdotisa del mundo se vuelve a hundir en las calmas aguas, sonríe, sabe que volverá a dormir. La danza tendrá que ser enseñada a aquellos que vienen con el alba.

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